Día Mundial de la Obesidad

La obesidad es una enfermedad que afecta a millones de personas en la actualidad. Se manifiesta tanto en niños como en adultos, en hombres y en mujeres, en países desarrollados y en otros en vías de desarrollo. Ya no hablamos de “personas gordas”, sino de pacientes que tienen una patología compleja, no en concepto, sino en causas y consecuencias. Por eso desde Life Length te explicamos todo lo que necesitas saber de la obesidad. 

En el año 2016 casi un 40% de la población adulta (personas mayores de 18 años) tenía sobrepeso. Esta cifra asciende por encima de 1900 millones de personas de las que el 13% padece obesidad. Estas dos oraciones tienen un matiz muy importante que vamos a establecer como punto de partida: el sobrepeso se tiene, pero la obesidad, que es una enfermedad, se padece. La obesidad es una afección que consiste en la acumulación excesiva de grasa. El sobrepeso viene determinado por el Índice de Masa Corporal, que se obtiene de la división del peso de la persona (en Kilogramos) entre la altura (en metros) elevada al cuadrado. Existe un baremo que determina si tu IMC es normal, está por debajo o por encima de lo normal. Este índice es utilizado por la Organización Mundial de la Salud para determinar si las personas tienen obesidad y sobrepeso. Sin embargo, se trata de una cifra que sale de tener en cuenta únicamente dos valores que pueden tener o no que ver con la obesidad.  El IMC relaciona altura y peso, pero no tiene en cuenta que el peso puede deberse a varios factores, no únicamente a la acumulación de contenido graso. El desarrollo de la musculatura, la retención de líquidos o la densidad ósea son algunos factores que afectan en el peso. Los culturistas tienen sobrepeso, pero sería descabellado pensar que padecen obesidad.  

Una vez hemos establecido la diferencia entre sobrepeso y obesidad, podemos empezar a abordar las causas de esta: 

Lo primero que tenemos que dejar claro es que hay varios factores que tienen relación directa con la obesidad y una infinidad que pueden intervenir de manera indirecta. Sobre el papel y atendiendo a la explicación más sencilla, se puede resumir todo en una sencilla ecuación matemática: nuestro cuerpo acumula grasa si el resultado de la resta entre el aporte calórico a nuestro cuerpo y el consumo calórico de este es positivo. Es decir, acumulamos grasas cuando aportamos más calorías a nuestro cuerpo de las que quemamos. Ahora que sabemos esto podemos explicar cuáles son los factores involucrados en esta ecuación: 

  • Predisposición genética. La cruda realidad es que sí, como ocurre habitualmente con los problemas de salud, existe una predisposición genética a compartirlos con nuestros familiares más cercanos (con los que tenemos más ADN en común). Las personas con familiares obesos tienen más probabilidades de desarrollar la enfermedad. Así que hay personas que tienen más tendencia que otras a acumular tejido graso. 
  • Hábitos alimentarios. Habitualmente el aporte calórico de determinadas dietas es superior al consumo de nuestro cuerpo, lo que resulta en el almacenamiento de grasa. Una manera de acabar, o al menos paliar, la obesidad es establecer dietas hipocalóricas. Es importante que se trate de una dieta elaborada por profesionales, ya que de lo contrario puede ser perjudicial para el organismo. Aquí aprovechamos para acabar con el falso mito de que la obesidad y la desnutrición se encuentran ligadas, ya que una dieta puede aportar muchas calorías que terminarán siendo grasa, pero no aportar algunas vitaminas esenciales u otros elementos que son indispensables para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. 
  • Estilo de vida. Y si en el apartado anterior hablábamos de que reducir el aporte calórico era una opción, en este nos tenemos que fijar en la otra variable: el consumo calórico. Aumentando nuestro consumo calórico podemos compensar nuestra ingesta de calorías, llegando a neutralizarla e incluso superarla, obligando a nuestro cuerpo a transformar grasa en energía. La vida sedentaria, escasa en actividad física, lleva a muchas personas a desarrollar sobrepeso por la acumulación de grasa. Esto supone un problema para las personas que ya padecen obesidad porque las dificultades de movilidad y el resto de los problemas físicos que acarrea la enfermedad merman su actividad física, lo que redunda en que sigan acumulando tejido graso. 
  • Edad. La edad es un factor esencial para la acumulación de grasa. La demanda calórica de los niños y los jóvenes es mucho mayor que las de las personas adultas. Además, el estilo de vida tiende a ser más sedentario con la edad, lo que hace más probable que las personas adultas terminen desarrollando sobrepeso. Por otro lado, a partir de los 35 años, las personas tienden a perder masa muscular, lo que reduce su consumo calórico pasivo. Estos datos no niegan obesidad infantil que, de hecho, es un grave problema que afecta a más de 380 millones de personas menores de 18 años. 
  • Sexo. El sexo tiene una relación con el sobrepeso bastante más peculiar de lo que uno podría pensar. Los hombres, por ejemplo, tienen un consumo calórico mayor que las mujeres. Por otro lado, cuando a estas les llega la menopausia su demanda calórica también se reduce.  
  • Factores indirectos. Hay numerosas situaciones que favorecen de manera indirecta a la acumulación de grasa, ya sea porque nos llevan a consumir más calorías o porque nos impiden quemarlas. Determinadas enfermedades y sus tratamientos pueden interferir en el metabolismo o en la capacidad para llevar a cabo actividades físicas, así que terminan haciendo que los pacientes acumulen más grasa. Los factores de carácter personal también afectan, como el estrés, que puede llevar a la alteración del apetito e incluso a desarrollar trastornos alimentarios graves. Dejar de fumar, por ejemplo, produce estrés que suele calmarse comiendo, por lo que normalmente las personas engordan. Sin embargo, hay que dejar claro que este contrapunto no es general a todo el mundo y es menos perjudicial que seguir fumando.

Por otro lado, la acumulación excesiva de tejidos grasos tiene múltiples puntos negativos para la salud entre los que se encuentran los siguientes: 

  • Diabetes tipo 2. La obesidad aumenta el riesgo de desarrollar diabetes al alterar el uso que hace el cuerpo de la insulina con el fin de regular los niveles de glucosa en sangre, lo que facilita y acelera que el organismo genere tolerancia a la insulina. 
  • Enfermedades cardiacas. El riego de padecer problemas basculares aumento cuando se padece hipertensión y se tiene el colesterol alto, dos fenómenos que se encuentran directamente relacionados con la obesidad. La presión arterial elevada unida a unos vasos sanguíneos obstruidos por el colesterol aumenta el riesgo de sufrir un ataque al corazón o de que se produzcan hemorragias internas. 
  • Hígado graso. Cuando se encuentra demasiada grasa adherida al hígado este se puede inflamar, al igual que lo haría si tuviese hepatitis, pero sin presencia de ningún virus. Si este problema se prolonga durante demasiado tiempo puede desarrollar cirrosis, cáncer de hígado o retención de líquidos en el abdomen, entre otros.  

  • Artrosis. Empezamos dejándoos el dato: un sobrepeso del 20% aumenta un 1000% las probabilidades de sufrir artrosis. Nuestros huesos y articulaciones sufren mucho más desgaste si se encuentran sometidos constantemente a más peso del que están preparados para soportar. 
  • Apnea del sueño. Las personas obesas presentan gran cantidad de grasa acumulada en la parte posterior de la garganta que dificulta el flujo del aire, dando lugar a apnea. La apnea se caracteriza por interrupciones de la respiración durante el sueño, lo que impide o dificulta el descanso y desarrolla todos los problemas que acarrea la falta de descanso: hipertensión, falta de concentración, cefalea, etc… 

Se trata de una dolencia que genera muchos problemas que, en muchos casos, hacen más difícil la recuperación. Por esta razón, en algunas ocasiones la solución pasa por realizar cirugías que extraigan contenido graso que facilite la movilidad del paciente y permitan que se realice una recuperación.  

El estilo de vida sedentario y el abuso de la comida basura que caracterizan a la sociedad forman el caldo de cultivo perfecto para que esta enfermedad se desarrolle. Está en nuestras manos llevar un estilo de vida saludable y cuidarnos para no sólo vivir más, sino mejor.

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